La batalla de Calatañazor ¿un mito histórico?

Representación de los cuatro jinetes del Apocalipsis según el Beato de Valcavado (Valladolid), compuesto en torno al año 970. La inmensa popularidad que alcanzó el Apocalipsis en los reinos del norte peninsular en estos siglos se explica porque se hacía una lectura en clave política del mismo: prometía el fin del reinado de los impíos (entendidos estos como los musulmanes), la caída de Babilonia (el califato cordobés) y la muerte del Anticristo que podría ser, según cada momento, bien el califa, bien la propia figura de Almanzor –que con o sin batalla de Calatañazor, fue un alivio para la cristiandad–. Los cuatro jinetes que traen muerte y sufrimiento al final de los tiempos son, de igual modo, identificados con el enemigo musulmán y representados, en consecuencia, con armas y atuendos andalusíes. Nótese el arco compuesto y la espada de doble filo que blanden, armas ambas relativamente comunes en el periodo.

 

Resulta comprensible que los cristianos quisieran dotar de un baño de épica a la muerte de Almanzor, con toda probabilidad, el más formidable enemigo procedente de la parte de la Península dominada por los musulmanes. Qué mejor manera de representar la muerte de Almanzor que una gran victoria contra su ejército de una coalición de reinos cristianos en el campo de batalla de Calatañazor, tras la cual, derrotado y humillado, huye para morir en Medinaceli.

Lucas de Tuy, en su Chronicon mundi (escrito poco después de 1236) es el primero en dejarnos un relato sobre esta batalla:

Como Almanzor saliese de Galicia y quisiera asolar de nuevo las fronteras de Castilla, le salió al encuentro con un gran ejército en un lugar llamado Calatañazor donde trabado el combate cayeron muchos miles de sarracenos y si la noche no acabase con el día el mismo Almanzor hubiera sido apresado. Sin embargo, durante el día no pudo ser vencido y llegada la noche se dio a la fuga con los suyos. Al día siguiente el rey Vermudo ordenó formar las tropas para al llegar el crepúsculo del día luchar con el ejército sarraceno. Pero al avanzar el ejército hacia el campamento musulmán solo encontraron las tiendas fijas con abundante botín. El conde García Fernández, habiendo perseguido a los sarracenos acabó con una gran multitud de ellos. Y algo admirable ocurrió, el mismo día que Almanzor perecía en Calatañazor, cierto hombre que parecía un pescador se lamentaba ya en idioma árabe ya en español exclamando: «en Calatañazor perdió Almanzor el tambor». Acudían a él los infieles de Córdoba y al acercarse la figura se desvanecía ante sus ojos para reaparecer en otro lugar repitiendo la misma lamentación. Creemos que se trataba del diablo que lloraba el desastre de los sarracenos. Almanzor, desde el día en que fue derrotado, no quiso comer ni beber, y llegando a la ciudad llamada Medinaceli murió y fue sepultado allí.

Este relato es recogido por el arzobispo de Toledo Ximénez de Rada, en De rebus Hispaniae (alrededor de 1244) con algunas variaciones: Almanzor no estaba volviendo de Galicia sino entrando en Castilla, el rey de León Vermudo II promueve una alianza con Castilla y Pamplona tras el ataque de Almanzor a Compostela (año 997) y buena parte de la culpa de la derrota musulmana se atribuye a la intervención divina, que envía una epidemia de peste sobre los sarracenos en castigo por la toma de Compostela.

La sana costumbre de examinar con ojo crítico las fuentes históricas debe aplicarse muy especialmente a las crónicas de los reinos medievales peninsulares españoles. Para los autores de estos relatos la finalidad propagandística excede con mucho en importancia a la fidelidad histórica. Por poner solo unos ejemplos se pueden citar las narraciones sobre lo ocurrido en Covadonga y el origen de don Pelayo, la mítica batalla de Clavijo y la aparición milagrosa en ella del apóstol Santiago o las leyendas relacionadas con la supuesta independencia del condado de Castilla, como la del caballo y el azor o los llamados Jueces de Castilla.

 

sillar Oviedo Alfonso III

Sillar de arenisca grabado y decorado con una cruz de la victoria perteneciente, en origen, a la fortaleza de Oviedo erigida a finales del siglo IX por el rey Alfonso III de Asturias, llamado El Magno, quien reinó entre los años 866 y 910. La inscripción reza “Señor pon el signo de la salvación en estas moradas, para que no permitas entrar al ángel exterminador. En nombre de Cristo, el príncipe Alfonso con su esposa Jimena ordenaron construir esta morada en la era de DCCCCXIII [año 875]”.

 

Lo mismo puede predicarse respecto de la batalla de Calatañazor. Como apuntaba más arriba, resulta comprensible que las crónicas cristianas quisieran bañar de épica el final del más significado caudillo de la época de mayor preeminencia política y militar del califato de Córdoba sobre los reinos cristianos peninsulares. Sin embargo, el relato de Lucas de Tuy, escrito más de doscientos años después de la muerte de Almanzor (que ocurrió en el año 1002) –y que fue reproducido posteriormente por el arzobispo Ximénez de Rada– no solo contiene diversos anacronismos históricos, sino que no soporta el análisis comparado con otras fuentes históricas en relación con el fallecimiento del personaje.

Anacronismos en el relato de Lucas de Tuy

Tres son las principales incongruencias desde el punto de vista histórico sobre los hechos y personajes mencionados por Lucas de Tuy y que no pudieron tener lugar en el año 1002, fecha de la muerte de Almanzor.

  • Se indica que el ejército musulmán estaba retornando de la toma de Compostela que, como hemos visto, no tuvo lugar el mismo año de la muerte de Almanzor, sino en el año 997.
  • La participación en la batalla del rey Vermudo II de León. Este monarca, que había subido al trono leonés en el año 985, falleció en el mes de septiembre del año 999, por lo que no es posible que estuviera presente en una batalla en el año 1002.
  • La intervención del conde de Castilla García Fernández. Se trata de un caso parecido al anterior. García Fernández, hijo de Fernán González fue conde de Castilla desde la muerte de su padre en el año 970 hasta su propio fallecimiento, precisamente en Medinaceli, en el año 995. Le sucedió su hijo Sancho García, quien era conde de Castilla en el año 1002.

Incongruencias con otras fuentes históricas sobre la muerte de Almanzor

Ni las fuentes musulmanas ni las cristianas anteriores al Chronicon mundi (y, por tanto, las más cercanas en el tiempo a la muerte de Almanzor) refieren la existencia de una batalla en Calatañazor y dan una explicación bien diferente sobre la causa de su muerte.

 

La batalla de Calatañazor ¿un mito histórico?

Representación de combatiente a caballo, ataviado y armado al estilo andalusí, según miniatura del Beato de Gerona, obra de finales del siglo X. Las huestes de Almanzor debieron ofrecer un aspecto muy similar al que aquí vemos, por otro lado no muy disímil tampoco del que ofrecerían sus homólogos cristianos del norte peninsular. Nótese el estribo corto, que obliga a mantener la rodilla doblada, así como la silla de arzones. La figura viste prendas norteafricanas y se cubre con un turbante.

 

Según las fuentes musulmanas (Dikr Bilad al-Andalus y la biografía de Almanzor escrita por Ibn al-Jatib en su Kitab al-Ihata fi Tarif Garnata) Almanzor murió durante la expedición que en el año 1002 organizó para castigar a los reinos cristianos, y muy especialmente al conde Sancho García de Castilla, que habían estado a punto de derrotarlo en la batalla de Cervera en el año 1000.

Según estas mismas fuentes, Almanzor avanzó desde Clunia hacia Salas de los Infantes, Pinilla de los Moros, Vizcaínos, Barbadillo, Monterrubio y Canales. En un nuevo gesto simbólico, como el del ataque a Santiago, llegó hasta el monasterio de San Millán de la Cogolla, en La Rioja. El monasterio se encontraba en el reino de Pamplona, pero muy cerca de la frontera con Castilla, y San Millán estaba considerado el santo patrono de Castilla. Muchos peregrinos castellanos y de ambos reinos acudían allí.

La elección de este objetivo por parte de Almanzor, aparte del habitual de arruinar y destruir el territorio enemigo, era humillar a sus dos rivales principales del momento: el conde de Castilla y el rey de Pamplona. Almanzor consiguió, efectivamente, incendiar y arrasar el monasterio. Pero allí sufrió un ataque de gota (una enfermedad que venía sobrellevando desde hacía veinte años). Almanzor ordenó la retirada y fue llevado en litera a Medinaceli, donde murió.

 

batalla de Calatañazor Almanzor

Mapa de la última aceifa de Almanzor que culminaría en su muerte en Medinaceli, dentro de la que se podría enmarcar la mítica batalla de Calatañazor. © Desperta Ferro Ediciones

 

Las fuentes cristianas más antiguas dicen poco sobre la forma en que murió Almanzor, más allá de expresar su alegría y su alivio. El Chronicon burgense se limita a reseñar que “el año 1002 murió Almanzor y fue sepultado en el infierno”. La Crónica silense da algún detalle más: “después de muchas y horribles matanzas de cristianos, fue arrebatado en Medinaceli, gran ciudad, por el demonio, que le había poseído en vida, y sepultado en el infierno”.

La primera mención a un enfrentamiento los da la Crónica najerense (de la segunda mitad del siglo XII): “en el año decimotercero de su reinado, después de muchas y horribles matanzas de cristianos, luchando con dicho conde Sancho y dándose a la fuga, reventó por medio y murió en la villa llamada Grajal y fue sepultado en Medinaceli”. En todo caso, hay que tener en cuenta que ni el dato del año de su “reinado” (que empezó en 978) ni la referencia a la localidad de Grajal son verídicos, lo que pone en duda el resto de lo narrado.

La batalla de Calatañazor ¿un mito?

La falta de mención a la batalla de Calatañazor en las fuentes musulmanas y en las cristianas más cercanas al año en que supuestamente tuvo lugar, unida a las incongruencias y anacronismos contenidos en las fuentes que sí narran la batalla, llevan a la conclusión de que la batalla de Calatañazor nunca tuvo lugar, y es un añadido posterior de la propaganda de la época de Alfonso X. Rubén Sáez apunta la posibilidad de que el conde Sancho García pudiera haber realizado algún ataque sobre la retaguardia sarracena que volvía a Córdoba tras la enfermedad de Almanzor, y que dicho ataque hubiera tenido lugar en las proximidades de Calatañazor, lo que se encontraría en el origen de la leyenda, pero en ningún caso se trataría de una victoria cristiana sobre el propio Almanzor que ocasionaría su muerte. No fue sino parte del imaginario construido por la propaganda de los reinos cristianos para dotar de épica y derrota a lo que fue la muerte por enfermedad del gran caudillo musulmán Almanzor.

Bibliografía

Álvarez Palenzuela, V. Á. (Coord). (2017). Historia de España de la Edad Media. Barcelona: Ariel.

Manzano Moreno, E. (2015). Historia de España. Épocas medievales, volumen 2. Madrid: Crítica.

Martínez Díez, G. (2005). El condado de Castilla (711-1038). La Historia frente a la leyenda II. MadridMarcial Pons.

Sáez, R. (2008). Las campañas de Almanzor (977-1002). Madrid: Almena Ediciones.

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